Parece fácil adaptar una novela de Stephen King para televisión o para el cine, pero la historia nos ha demostrado que estamos muy equivocados. El trabajo de King habla de estados emocionales tanto como de monstruos, y eso es un gran combo. Para cada una de las obras maestras (El resplandor, Carrie, Misery), tenemos también una gran mierda (Christine, Los chicos del maíz, Bag of bones).
Aun así, mi profundo e inquebrantable amor por su trabajo viene de televisión, cuando vi la miniserie Salem’s Lot. Literalmente con un cojín en la cara para taparme de todas las escenas que no soportaba ver pero acabé viendo. No se puede decir que no tuviera ciertas reticencias a “La cúpula”, basada en un libro del mismo nombre de nada más y nada menos que 1100 páginas. Lo dejan escribiendo y se queda solo, el amigo. Pero tenía que darle una oportunidad. Una serie hecha y derecha con un dramático final abierto. El novelista gráfico Brian K. Vaughan, a bordo del proyecto como productor ejecutivo y escritor, recibió la bendición de King de coger la historia de un diminuto pueblo de Pennsylvania que queda atrapado de repente por una misteriosa barrera y llevarla a donde le diera la gana.
Y parece que no le falta tiempo para llevarla bajo esa maldita cúpula tan pronto como puede. Para una historia tan amplia y con unas ambiciones posiblemente alegóricas, el piloto fue unas prisas tremendamente innecesarias para amarrar el cotarro.
Iniciándose con un plano que hace que la eclosión de un bebé pájaro parezca de mal agüero, nos plantamos ya en los tejemanejes. Un hombre enterrando a otro en medio del bosque, una joven pareja cuyo amor de verano llega a su fin. Un borracho local que llama al sheriff para quejarse de una conmoción y un sorprendentemente lúcido cargador de mercancías pone sobre aviso al editor del diario local sobre un almacenado de propano bastante misterioso.
Luego ya boom y baja la cúpula, mortífera y dramática. Tras una llamada de teléfono a su jefe se revela que posiblemente Dale “Barbie” Barbara (Mike Vogel) ha asesinado al hombre que enterraba en defensa propia. A punto de ser arrollado por la cúpula, vemos como ésta parte por la mitad una vaca. Acto seguido se le une un joven Joe McAlister (Colin Ford), cuya familia es la propietaria de ese campo y esa vaca bifurcada, y un avión choca contra esa fuerza invisible dejándolo todo patas arriba.
Se nos presentan los personajes y no hay ningún tipo de impredictibilidad. Se ve de lejos donde va a ir cada uno, qué trayectoria llevarán y con quién van a interactuar. La chica que tiene dos madres y que acabará teniendo esa relación especial con Joe. La periodista e investigadora (Rachelle Lefevre) cuyo marido ha desaparecido y pronto sabremos que es el cuerpo que enterraba Barbie. La relación que ambos iniciarán pronto como camaradas contra el régimen que rápidamente se establece. La anarquía y la falta de ella como motor de poder en Chester Mills.
Esta es quizá la novela más abiertamente política de Stephen King, ilustrando cuán rápido el orden social que damos por hecho puede erosionar cuando la gente es aislada y se asusta – “El señor de las moscas” con maduros. Incluso para esto, el orden se resuelve de una manera muy predecible.
Eso no quiere decir que Under the dome no tenga algún que otro capítulo más entretenido. Y muchas de las actuaciones son fabulosas - ¿Y a quién no le gustaría el personaje de Lefevre, que prueba minuto a minuto que el periodismo sigue vivo en algunos reporteros?
Sin embargo, la mayoría de los episodios son pesados y muestran cosas que ni me van ni me vienen. Durante todo un capítulo dos personajes caminan bajo las calles buscando una salida, y no la encuentran; y se vuelven. Es un capítulo tan innecesario, no aporta nada. Y tienes la sensación de haber perdido 50 minutos de tu vida viendo algo que no te ha llevado a ningún sitio. Y esto no es más que un ejemplo. Son trece episodios y como toda serie que se precie, allá por el capítulo 9 toma un poco de carrerilla y empieza a crear un misterio alrededor de la cúpula y su procedencia más allá de la sorpresa inicial. Empiezan a sucederse los toques mágicos y los elegidos para desentramar la historia. Los capítulos cogen más ritmo, los personajes evolucionan un poco más, se usa el caos que algo así generaría para conducir un tempo que estaba olvidado en las previas emisiones.
Pero es demasiado tarde. La cúpula es pesada y aburrida en muchos minutos, demasiados para que los últimos episodios logren hacerte recuperar ese interés en saber qué va a ser de los habitantes de Chester Mills.