sábado, 31 de mayo de 2014

Crítica: Las Ruinas 2 (Mandrake)

Sin lugar a dudas estamos delante de uno de los productos más bochornosos que he visto en mucho tiempo. Ilusionarme por ver que existía una película llamada “Las Ruinas 2” prometía, ya que la verdad uno se ilusiona con muy poco y la primera “Las Ruinas” me dejó un buen sabor de boca -a pesar de no ser nada del otro mundo, aunque era simpática- y porqué no iba a ver esta segunda.

Pues bien, la verdad que el título era el reclamo de una película que en realidad se titula “Mandrake”, y simplemente comparte ciertos elementos argumentales para argumentar el título en español, pero nada más. En este caso, nos encontramos delante de un subproducto para televisión, que decide explotar el “filón” -si es que le podemos llamar así- que tuvo la primera entrega, para narrar la expedición que hacen a la selva un grupo pagado por un rico y excéntrico millonario que decide buscar una antigua daga, que le reportará mucho dinero.

El caso es, que mientras se va en busca de la dichosa daga, un grupo de indígenas atacan al grupo, mientras éstos han podido encontrar la daga de un extraño féretro -en el que parece más bien un lugar de sacrificios- y que por culpa de extraer tal objeto del esqueleto del muerto, entran en acción los indígenas. El problema que conlleva tal sacrilegio, es la aparición de unas extrañas ramas con vida propia que poco a poco tomarán la jungla e irán matando a todo aquel que se cruce con ellas.

Con unos efectos especiales de vergüenza ajena y de muy mal ver, se constituyen una serie de ataques botánicos con muy mal hacer, con poco desparpajo y con un argumento que está tan masticado y explotado que no propone nada, ni en su falta de originalidad. Viendo este tipo de películas empecé a recordar a “Congo” (Congo, 1995) o “Anacondas: la cacería por la orquídea sangrienta” (Anacondas: the hunt of the blood orchid, 2004) y reflexioné sobre lo increíblemente buenas que eran, ya que el bochorno que estaba pasando con tal film me sonrojaba a cada momento, en que las plantas realizadas con un ordenador de los 90 tomaban el control de la trama y mataban a personas de la forma más absurda posible.

En definitiva, sólo puedo decir que me encanta como en nuestro país se inventan los títulos con tanta desfachatez, que se inventan secuelas que no existen y que sonrojen a los espectadores que por ignorancia o mero entretenimiento busquen algo con unos mínimos, aspecto que esta película no cumple en ninguno de sus momentos, ni siquiera cuando aparece de la nada un monstruo vegetal que domina a las ramas y raíces asesinas, demostrando que no solo es una mala película sino que cada uno de sus fotogramas crea indigestión cuanto más avanza sus metraje. Manténgase fuera de esta abominación sinsentido y parasitaria, que no sabe como estructurarse ni como ser algo decente, aún siendo un telefilm; la verdad que puedo afirmar que “Sharknado” (2013) es una buena película (!¡) porque hacia mucho tiempo que un film me quitaba las ganas de vivir.


jueves, 29 de mayo de 2014

Artículo: Torchwood: De Gallifrey a Cardiff

Para todos aquellos no amantes de la ciencia ficción, o que simplemente hayan vivido debajo de una piedra, durante los últimos 50 años, os diré que “Doctor Who”, es la franquicia más longeva (como consta en el libro Guinness de los records) y una de las más emblemáticas, que haya dado jamás dicho género. Iniciada en 1963 y aun continuada a día de hoy, la serie narra las aventuras del doctor, nativo de Gallifrey y último superviviente de una raza ancestral denominada los señores del tiempo, los cuales fueron exterminados tras una feroz batalla contra los belicosos Daleks.


El doctor, viaja a través del tiempo y del espacio en la Tardis, una máquina del tiempo con forma de cabina telefónica y siempre acompañado de una partenaire femenina, se dedica a salvar civilizaciones y a salvaguardar la historia del universo en una serie galardonada con infinidad de premios y que es ya, todo un emblema de la cadena británica BBC, la cual, ha producido varios Spin-off de la misma, como “The Sarah Jane Adventures”, el episodio piloto de “K-9 and Company” o la más importante y serie que nos ocupa: “Torchwood”. Aparte de por supuesto, todo el merchandising habido y por haber: cómics, videojuegos, novelas, bandas sonoras, etc...


Inicialmente concebida como “Excalibur” por su creador Russell T.Davis en 2005, cuando el guionista barajaba la idea de crear un Spin-off de “Doctor Who”, al tiempo que trabajaba en la primera temporada de la serie moderna de las aveturas del señor del tiempo, el proyecto terminó por rebautizarse como “Torchwood” y el origen de esto no deja de ser curioso, pues en realidad la palabra “Torchwood”, no es otra cosa que un anagrama de “Doctor Who”, con el cual, los responsables de la serie, enviaban cifradas las cintas que contenían los episodios de la misma desde Cardiff a Londres, para que nadie las robase o copiase en el camino para difundirlas por internet.

El instituto Torchwood, es una agencia externa del gobierno británico creada en 1879 por la reina Victoria con el propósito de investigar y neutralizar cualquier fenómeno extraterrestre ocurrido en el reino unido. La primera referencia a “Torchwood” en “Doctor Who”, la encontramos en el segundo episodio de la segunda temporada (época moderna): “Dientes y Garras”, donde el décimo doctor (David Tennant), tenía que hacer frente a un hombre lobo que aterrorizaba a la corte inglesa. Si bien, para encontrar el verdadero momento de gestación en abierto de la serie, debemos retroceder hasta la temporada anterior, la protagonizada por el efímero noveno doctor (Christopher Eccleston) y en concreto hasta su noveno capítulo: “El Niño Vacío”, pues es en éste, en el que hace aparición por primera vez en la serie, la figura del Capitán Jack Harkness, sobre quien a la postre, giraría todo el universo “Torchwood”.


Harkness, un misterioso personaje que tiene como principal característica su inmortalidad y que fue definido por el propio doctor como “un punto fijo en el espacio y el tiempo”, aparecería en la serie a partir de ese punto, en ocasiones esporádicas y siempre para combatir al lado del doctor, por el que siente un amor que va más allá de la propia admiración. De hecho, ya desde dicha primera aparición, el personaje hace gala tanto de un marcado libertinaje como de una bisexualidad desmedida y es que no hay que olvidar que el polifacético actor, cantante, bailarín y presentador de televisión escocés John Barrowman, quien le da vida, es todo un icono de la cultura gay en el reino unido.

Temporada 1: La alargada sombra de un señor del tiempo

La primera temporada de “Torchwood” como no podía ser de otra forma, sirve para sentar los cimientos de la serie. Crear un punto de partida “creíble” (pues si algo pretende “Torchwood”, es darle un empaque algo más mundano al universo “Doctor Who”) y presentar a unos personajes que terminarán siendo la punta de lanza del show, pues en “Torchwood”, los personajes, priman por encima de las tramas (al menos, en esta primera temporada). En éste sentido, las deficiencias de guión de la temporada, son más que evidentes, pues las historias imposibles donde todo vale que estábamos acostumbrados a disfrutar en “Doctor Who”, aquí no funcionan y en ese intento de dotar a la serie de personalidad propia y de un carácter mucho más adulto y oscuro de lo visto habitualmente en las aventuras del doctor, algunas de las tramas que dan forma a los 13 capítulos que conforman esta primera serie, están cogidas con pinzas y se mueven entre lo banal y lo absurdo dentro de esa búsqueda constante por encontrarse a si misma.


Desde el inicial “Todo cambia”, donde se nos presenta al equipo y su funcionamiento. El reclutamiento por parte del capitán Harkness de la que sera la otra gran protagonista de la serie, la agente de policía Gwen Cooper (encarnada por Eve Myles), quien pasará a formar parte de “Torchwood”, nos damos cuenta de esa ascendencia de los personajes (aunque sin conseguir dotarles de la dimensionalidad pretendida) sobre las historias que comentaba para un episodio piloto decepcionante y carente de chispa, algo que será habitual a lo largo de los treces capítulos y hecho empírico que define esta primera andadura de la serie.

A falta de buenas ideas, lo fácil es recurrir a “influencias” externas, como es el caso del siguiente episodio: “El Primer Día”, manido y facilón homenaje a “Species”(“Species”, Roger Donaldson”, 1995) o a fórmulas “doctorianas” como en “Cyberwoman”, donde se recupera la figura de uno de los enemigos por antonomasia del doctor: el Ciberman, y curiosamente, son estos “alardes” de imaginación, los que mejor funcionan si los comparamos con los intentos de “adulterizar” las tramas y adentrarse en terrenos excesivamente dramáticos como en “La Máquina de los Fantasmas” o “Zapatos de Desconocidos”.

Tampoco los viajes en el tiempo (algo que siempre ha funcionado bien tanto en el universo Who como en otras franquicias), consiguen sacar al espectador del tedio generalizado pese a intentarlo con saña en “Perdidos en el Tiempo”, donde se tira por tierra todo el potencial del folclore mitológico del capitán Harkness con un relato espeso y carente de interés. De hecho, para disfrutar del primer gran capítulo de la serie, tendremos que esperar hasta su desenlace: “El Fin del Mundo”, 60 minutos de fantasía apocalíptica donde se aparca la vertiente dramática y el thriller policíaco para adentrase de pleno en el reverso más épico y gamberro del show.

Temporada 2: Érase una vez, un inmortal que salió del armario

Tras una primera temporada buscando su propia identidad, “Torchwood”, parece aprender de los errores del pasado y subsana muchas de las deficiencias de la primera serie. Fuerte en sus convicciones, el show, lejos de renegar de los conceptos iniciales, insiste en ellos hasta el extremo y vuelve a sacrificar la acción, en pos de alcanzar la profundidad y el dramatismo deseados. Hay que decir, que en conjunto, si valoramos la segunda temporada como un todo y no sin sus altibajos, lo consigue.

Una vez soltado el pesado lastre de “Doctor Who”y ya con una personalidad propia muy marcada, la mejora de los guiones, mucho más orgánicos y adaptados a la naturaleza adulta de la propuesta, es más que considerable, si bien no es éste un aspecto, en el que vaya a despuntar precisamente la serie en adelante.

De entrada, los estereotipados y muchas veces desdibujados personajes de la season anterior, comienzan a adquirir profundidad y entidad propia. Esto puede verse sobretodo en la figura de Harkness. No cabe duda que éste, adaptar un personaje de sus características, del universo gamberro de “Doctor Who” a un thriller oscuro como “Toorchwood”, era uno de los retos más complicados a la hora de abordar su nuevo rol de personaje protagonista. En esta segunda temporada, encontramos a un Jack mucho más maduro, con un equilibrio perfecto entre sobriedad y sentido del humor y sobretodo, se hace un mayor aprovechamiento de las infinitas posibilidades que ofrecen su misterioso origen. El capítulo inicial: “Kiss, kiss, bang, bang”, profundiza por primera vez de manera acertada en sus orígenes y al tiempo, introduce a un nuevo personaje eventual en la serie que viene a enriquecer el imaginario de Harkness: el capitán John Hart, interpretado por otro mito del mundo televisivo: James Masters (más conocido como “Spike” de la estupenda “Buffy Cazavampiros” de Joss Whedon.

Éste binomio, es el punto de partida de otro del que será otro de los rasgos característicos de la serie en adelante: la homosexualidad. La relación amorosa entre los dos personajes, dará pie a una cantidad obscena de gags sexuales que tendrán continuidad en todos y cada uno de los episodios siguientes, incluso llegaremos a ver al capitán manteniendo relaciones sexuales con sus eventuales parejas masculinas, haciendo gala en ocasiones, de una pretenciosidad transgresora que puede llegar a resultar sonrojante y que desde luego, el show, a estas alturas, ya no necesitaba para llamar la atención del público.

Los personajes secundarios, también ganan en profundidad y todos los episodios sin excepción, están orientados a acercarlos al espectador, aunque esta vez, sin desatender las tramas (al menos, hacerlo en menor medida), que sin llegar a ser complejas, si están algo más elaboradas y sobretodo, resultan mucho más entretenidas.

Capítulos a destacar en esta segunda temporada, varios: “Adam”, con un esquema marcadamente “treki” y posiblemente uno de los mejores trallazos de ciencia ficción de la serie. “Restauración”, donde se da pie a una de las subtramas más interesantes de esta segunda temporada además de significar la primera aparición en la serie de una vieja conocida de “Doctor Who”: Martha Jones, antigua compañera del doctor y que aquí, participa a lo largo de tres episodios. Y especialmente, el trallazo final a modo de doble episodio: “Fragmentos” y “Heridas Abiertas”, que sacan lo mejor del personaje de Jack Harkness en otro grandilocuente y épico final de temporada.

Temporada 3: El terror viene de arriba y con él, la muerte de la inocencia y la madurez del show


Esta tercera andadura de la serie, significa todo un punto de inflexión dentro de la misma y es que “Torchwood: Children Of Earth”, no solo representa un cambio radical en cuanto a formato (presentando una única trama principal dividida en cinco capítulos), sino también una prueba fehaciente de que la tan ansiada individualidad, al fin, ha sido hallada en la que con diferencia, es la mejor de todas las temporadas a todos los niveles y pequeña obra de culto para los amantes del universo Who.

Sin dejar de lado la vertiente fantástica, “Children of Earth” se destapa como un estupendo thriller conspiratorio en el que por primera vez, prima la historia sobre los personajes y que destaca sobretodo, por su extrema crudeza y trasfondo adulto, donde el habitual dramatismo con el que hasta ahora había flirteado la serie, se eleva al máximo exponente, traduciéndose en un relato desgarrador para el espectador, quien debe crecer a la fuerza y a la misma velocidad vertiginosa que los desdichados infantes que funcionan a modo de fuerza motora de la trama.

Perfectamente digeribles del tirón, pese a la densidad argumental y sus escasas concesiones comerciales a nivel narrativo, “Children of Earth” consigue enganchar desde el primer al último minuto de aventura, desvelando sus cartas de manera lenta, pero certera y propiciando un satisfactorio in crescendo en su trama, que sin duda puede trasgredir incluso al público de género pese al hecho, como digo, de que en ningún momento se le da la espalda al mismo, todo lo contrario.

Otra de las grandes virtudes de esta tercera temporada, es que ofrece la posibilidad de ser disfrutada de forma independiente por lo que para ello, no es necesario haber visto las dos anteriores.

Temporada 4: A veces, una retirada a tiempo, es una victoria

Tras el aplastante éxito de crítica y público, cosechado por “Children of Earth”, lo que claramente parecía la despedida definitiva del show, se convirtió en el preámbulo de una cuarta e inesperada nueva temporada. Su título: “Torchwood: Miracle Day”. Y como no podía ser de otra forma, lo hizo siguiendo las mismas exitosas pautas de su predecesora, es decir, centrándose nuevamente en una única linea argumental dividida en episodios (en este caso, 8 fue el número escogido).

“Miracle Day” puede (y de hecho lo hace), pecar de muchas cosas, pero la principal, sería su pretenciosidad, lo cual queda claro abordando tan solo los minutos iniciales del primer capítulo, pues la serie se aleja del típico look inglés tan característico de los shows de la BBC, lo cual, no es ninguna casualidad, pues este cuarta temporada es una co-producción de la propia cadena con Estados Unidos, donde de la misma forma, se traslada la acción de tierras británicas, al país de las barras y estrellas.

Esto no significa solo un mero cambio geográfico, sino también estilístico, pues si bien se mantiene en cierta medida la esencia “Torchwood” así como algunas de las virtudes exhibidas en “Children of the Earth”, el enfoque de esta nueva fábula conspiratoria de intereses políticos y económicos, es ejecutada desde una perspectiva mucho más americana, acercando el producto a lo que suele hacerse por aquellas tierras a nivel de thrillers policíacos y de investigación, derroteros en los que sin ningún lugar a dudas, no puede sentirse cómodo un seguidor de la franquicia, al menos, yo no lo he hecho.

La trama, a la americana, mucho más tópica pese a lo interesante de la premisa, donde se nos cuenta que la humanidad amanece una mañana habiendo perdido su mortalidad, cae en todos los tópicos habidos y por haber de este tipo de productos televisivos yankies, volviéndose superficial pese a que en todo momento intenta venderse a si mismo como algo profundo y sobrado de contenido.

Con el personaje de Jack Harkness más desubicado que un pulpo en un garaje y dejando ya muestras palpables del agotamiento que ya comenzara a insinuar el personaje en “Children of Earth” quien aquí ha quedado para tres o cuatro gags homosexuales gratuitos de mal gusto metidos con calzador y poco más, todo el sustento de “Miracle Day”, queda reservado a dos nuevos invitados al programa, dos nombres de campanillas que no hacen más que corroborar las pretensiones de esta temporada reconvertida en super producción para la televisión: El primero, Mekhi Phifer, a quien recordamos de la apoteósica “Amanecer de los Muertos” (“Dawn of the Dead”, Zack Snyder, 2004) y el segundo, el de todo un clásico de la industria americana: Bill Pullman, para los poquitos que no lo conozcan, aquel señor entre muchas otras, a quien le clavaban el escroto a martillazos en una silla de madera en la mítica “La Serpiente y el Arcoiris” (“The Serpent and the Rainbow”, Wes Craven, 1988).

Ambos le restan todo el protagonismo a un personaje, Harkness, que a estas alturas, perdida esa aureola misteriosa que lo había abrazado hasta el momento y reconvertido a mero figurante para reclamo del público gay (recordemos su influencia y tirón entre dicho colectivo), carece ya de ningún carisma. Y muerto Harkness, muerto “Torchwood”.

Pullman poniendo sus mejores caras de malote y una trama claramente comercial abierta a todos los públicos consumidores masivos de series policíacas americanas y telefilmes catastrofistas de sobremesa, las escasas bazas de esta decepcionante y esperemos que última, temporada de una serie que pese a sus altibajos y a las grandes expectativas generadas en su día y que desde luego, haciendo una visión general de las cuatro temporadas, no se han cumplido, si es cierto que nos deja un puñado de buenos episodios y un trallazo del calibre de “Children of Earth”, así como la posibilidad de habernos hecho testigos de excepción del nacimiento y muerte de un personaje, que desde ya, pasa a formar parte del imaginario inmortal del universo Who como es el de Jack Hakness.


miércoles, 28 de mayo de 2014

Crítica: Rosemary´s Baby (TV)

La directora Agnieszka Holland, que tiene entre sus títulos algunas de las mejores pelis europeas de una época (Amarga cosecha, Europa, Europa, Vidas al límite y Washington Square entre otras) se ha curtido dirigiendo pilotos y capítulos de serie de envergadura como The Wire, Caso Abierto, Treme y The killing, y tras su magnífica película In darkness ha tenido la valentía (osadía, sí) de hacer una miniserie remake de una de las obras cumbres del terror, una joya del género que hace poco nos diseccionaba brillantemente Max Cady con su crítica de La semilla del diablo de Roman Polansky. Para ello, y consciente de que su “obrita” no va a estar jamás a la altura de esa cumbre, nos cuela que se ha inspirado más en la novela, de Ira Levin, que en el film, cosa absolutamente incierta, pues recurre a todos y cada uno de los golpes de efecto que el sabio Polanski se sacó de la manga y no están contenidos en la novela. 

Para empezar, diremos que el escenario se cambia radicalmente, buscando un aire nuevo en las calles de París, en vez de las de Nueva York. Ahí radica su mayor cambio objetivo y posiblemente uno de los errores más gordos de todo el guión, obra de Scott Abbott y el preciado James Wong. Y es que en ese París, todo el mundo habla un inglés perfecto, no sólo cuando los franceses están ante el matrimonio neoyorkino, sino entre ellos. Ejem. Sigamos. 

La historia, por todos conocida es un calco prácticamente de la película de Polanski, Rosemary y Guy Woodhouse dejan Nueva York por París, con la esperanza de seguir con sus vidas adelante tras haber sufrido un doloroso aborto repentino. Por aquello del azar, conocen a los Castevets, millonarios propietarios de un edificio asombroso, La Chimere, (donde esté el edificio Dakota...) donde les ofrecen un pisazo a precio de saldo. Como no dudan de las gangas, lo aceptan y dejan que estos vecinos, con diferencia lo mejor y más relevante de la adaptación, Margaux y Roman Castevet interpretados por la preciosa Carole Bouquet y el guapérrrimo Jason Isaacs, les den la bienvenida y se involucran en su vida. En primer lugar, promocionando la carrera de Guy como escritor, que estaba totalmente estancada. Rosemary comienza a distanciarse un poco de su única amiga en la ciudad, Julie, y acaba quedándose embarazada de nuevo, en una escena que intenta modernizar la secuencia del barco original y desgraciadamente ni se le acerca. Guy comienza a pasar casi todo su tiempo con Roman abandonando a Rosemary, mientras que Margaux, le asegura a Rosemary que las hierbas y la medicina holística le ayudarán en este nuevo embarazo. Entonces Rosemary empieza a olerse la tostada y comienza a investigar el edificio y sus anteriores residentes y descubre un pasado muy oscuro, la verdadera identidad de Roman y lo que pretenden hacer con su hijo. Enloquecida, trata de huir del lugar pero acaba volviendo a casa y “sufriendo” otro aborto. Pero como bien sabemos, las cosas no son del todo así.

Como he dicho, lo mejor de la mini serie es con diferencia la elección de los Castevet, guapos, morbosos y buenos actores, que hacen de su aparición en pantalla lo mejor de cada segmento en los que se ha dividido la serie (4 capítulos estrenados de dos en dos el 11 y el 15 de mayo), Jason Isaacs como Roman Castevet y Carole Bouquet como Margaux Castevet. 

El resto del elenco es bastante flojito, empezando por un Patrick J. Adams como Guy Woodhouse, el papel que ya hizo John Cassavetes, ahora escritor en lugar de actor, Christina Cole como Julie y Stefano Cassetti (maravilloso en Joven y Bonita del 2013) haciendo de su papel, el demonio de ojos azules, el de un simple chulazo de anuncio de perfume para subir y disparar las hormonas. 

Pero con diferencia, lo peor, es lo que era lo mejor en el original: Mia Farrow, luciendo esa fragilidad, esa debilidad mental al borde del colapso, ese adelgazamiento en pleno embarazo y ese corte que hizo famosísimo a Vidal Sasoon. Aquí Rosemary es Zoe Saldana (tengamos en cuenta que toda su familia es productora de la serie, así que debe ser un capricho que la avatar tenía desde niña), haciendo una mezcla de Beyoncé ciclada con la loca de las coles, en una interpretación burda, ridícula, desmotivada y sinsentido. Se corta el pelo también sí, (pero de mentira, porque semejante pelucón del chino no puede ser un corte de peluquería diplomada, qué digo diplomada, ni de aprendiza). 

Se echa de menos a Ruth Gordon también, seguro, pero la belleza madura de la francesa al menos no la hace odiosa, como ocurre con la Saldana. 

Y es que parece que el proyecto de la NBC era más o menos: “Las series basadas en pelis están de moda, mira la que nos están dando con Psycho y Hannibal... Hagámos una de miedo, mira, La semilla ésa del Polanski, pero nos la hacemos en París aprovechando el viaje de mi mujer a Dior y ponemos a una negra, ojo, no demasiado negra tampoco, en el rol principal, que fijo que levanta ampollas eso de que una negra vaya a engendrar al hijo de Satán, bien es sabido el tira y afloja que tenemos con Obama... Y poco más, léete la novela, o bueno, si eso, pásatela por encima mientras ves la peli y le dices a la del nombre raro que nos la dirija...” 

Vistos los errores más gordos, recreémonos en otros:

A día de hoy, no existe mujer en la Tierra, ni en Iowa, que actúe como lo haría en 1968, con lloriqueos continuos, sin enterarse de nada de lo que ocurre a su alrededor y en pleno embarazo de riesgo sustituyendo un médico normal por un siniestro que receta hechizos y brebajes. 

El momento lesbianismo, aparte de desconcertar, y mucho, es tán poco valiente, que se queda en un morreo que no vale para nada en absoluto. Pero bueno, la Saldana creerá que es muy normal que tu casera te tumbe en la cama y casi te haga la tijera... 

Guy, que si bien en la peli tenía menos protagonismo por aquello de la duración, está sin embargo mucho más desarrollado aquí, pero peor, mucho peor. No ya por ese estilo cultish sexy que nos luce con la misma barba de tres días después de haberse afeitado, sino porque no acaba de encajar en el siniestro plan, cosa que Cassavetes hizo maravillosamente. Aquí se reduce a ser un pelele bobalicón y blando que preñada su mujer de Satanás se siente inferior y está, ojo, nueve meses sin tocarla. ¿No es como para sospechar, Saldana?... Igual por eso casi cuela la tijera.... 

En el original, la noche en que se engendra al bebé, la pesadilla del barco, es una bestia demoniaca quien preña a Rosemary, y oye, era creíble. Aquí como Castevet es Marcato, pero también el demonio y la bestia, no acabamos de entender quién lo hace y qué pinta el buenorro de Stefano Cassetti en todo esto... 

Otro momento digno de mención es el hecho de que aunque por ahí se lea que la peli es gore, de gore tiene lo que yo de ingeniero de caminos, vamos, nada, pero sí hay muertes. Todos los que rodean a Rosemary de hecho, el cura ortodoxo, su mejor amiga, la superior del marido, el comisario de policía que la ayudaba, la anterior residente preñada también, su marido ante sus propios ojos... Vamos, que si eso no es para desequilibrar a alguien y más en un país extranjero, que venga Dios y lo vea. Pero Saldana, que es una heroína se preocupa de organizar su baby shower (costumbre horrible, que como todas ya vamos adoptando aquí) rodeada de viejunos que ni son amigos ni familia, porque ¿dónde están las familias de ambos?, ah, no se sabe... 

En definitiva, es carne de protesta feminista, porque vale que en la versión de Polanski, una mujer dependía del marido no ya sólo del vínculo legal, sino del emocional de manera más fuerte, pero trasladado al siglo XXI se ve ridículo que si sabes que tus vecinos son brujos, piensas que quieren comerse a tu hijo y ves que tu marido está en el ajo, no tengas lo que tienes que tener para pirarte sin hacer la maleta. Vamos que lo cuentas a una anciana en las Hurdes y no se lo traga. 

Y es que el satanismo es una reversión del cristianismo y cabría esperar en la alteración de las cosas a partir de la fuente de material para esta versión, y no tocándolo todo por encima, sin mojarse, como acaba haciendo. 

La cinta de Polanski ya era larga, pero nada estaba estirado, todo cuadraba. Ésta es mucho más larga, cuenta menos y oh!Horror!, aburre hasta la saciedad. Prueben si no a ver las dos partes seguidas de este remake a la par tedioso que risible. 

¿Recuerdan la última escena de la película, culmen de la histeria y la locura, absolutamente claustrofóbica en aquella sala atestada de viejos satánicos con una cuna negra?... Aquí parece que la recién parida es Carrie Bradshaw, en un loft de lujo con tonos pastel y una cuna roja. 

Ese final absolutamente eficaz de la novela y la cinta de Polanski es aquí una tomadura de pelo. Como tomadura de pelo (llámenme puntillista) es que los encargados de FX y maquillaje no hayan visto nunca el interior de un pollo o una pularda. En un momento dado, Rosemary prepara la cena, abre el pollo y empieza a sacar como kilo y medio de entrañas de tamaño casi humano y viscosidad que no existe en toda la naturaleza y lo devora. Joder, si es que hasta lo fácil lo estropean... Ingentes intentos de resultar chic socavan por completo el suspense, la claustrofobia y eso que brillantemente domina el director de la original, la fina linea que separa cordura y locura. 

Los intentos equivocados de asustar mediante el uso de sangre y esas vísceras distan mucho de lo genial del concepto original, en el que no había nada más aterrador que la imaginación. 

Y es que volvemos a lo de siempre, ¿para qué hacer un remake de algo perfecto?. Puede ser para atrapar a las nuevas generaciones de espectadores que se resistan a un clásico, pero desde luego no es ésta la manera ni el tono de hacerlo. 

Yo afronté el reto con la mente abierta, vacía de prejuicios, pero es imposible no percatarse de lo inútil, absurdo y sin sentido que va a ser todo.

¿Es este el peor remake de los últimos tiempos? Probablemente no, aunque se haga larga, la historia de Levin sigue atrapando y al menos tiene partes entretenidas. 

¿Es un buen remake? En absoluto, es malo hasta decir basta.

Lo mejor: La fantástica actuación de Carole Bouquet, que a pesar de ser totalmente diferente a la que hizo magistralmente Ruth Gordon, es uno de los pocos, por no decir el único, aciertos de la serie. 

Lo peor: Zoe Saldana. Desgraciadamente podremos olvidar a la Gordon gracias al tour de force que hace la Bouquet pero JAMÁS a Mía Farrow, y menos con una actuación cazurra, ridícula, ñoña y propia de otro siglo. Lo siento, chata, la has cagado.


lunes, 26 de mayo de 2014

Crítica: Ovejas Asesinas

El mundo animal es un universo fascinante, tanto que, seguramente, haya miles de especies animales que ni siquiera conozcamos. Entre esas muchas nuevas especies animales, yo descubrí, hace relativamente poco, una que me trae por la calle de la amargura: la oveja.

No es que yo haya vivido en un mundo paralelo todos mis años de vida, es que las ovejas de las que os hablo, son una ovejas muy especiales, pues pertenecen al plano virtual y son unos seres tremendamente odiosos a los que, día a día, deseo una muerte lenta: son las ovejas de un juego de una red social (sí, la que es azul con letras blancas...), que maldigo cada día, desde que lo descubrí, ya que me tiene enganachada con sus melodía y sus frutitas sonrientes de una forma enfermiza. Pues bien, en un nivel ya muy avanzado ( ya soy pro de este juego), aparecen unas ovejas, a las que hay que dirigir al heno, para liberarlas (pero a mi me gusta pensar que es para acabar con ellas), y son estas ovejas las que me martirizan día a día con su beeeeeeeeeeeeee, un beeeeeeeeeeee que se me mete en la cabeza y que me impide incluso pensar.

Mi querido Rector, sabedor de mi malestar ovino, me dijo: "creo que tu mejor terapia será ver Ovejas Asesinas", y reconozco que sonreí como un perro pastor, ya que es una película que siempre había descartado, y que de repente, se convirtió en la luz de mi mañana. Así es como me hice con esa propuesta neozelandesa, y cómo esperé ansiosa a devorarla en la sobremesa del fin de semana, como debe ser, pues "Ovejas Asesinas" ("Black Sheep") está concebida para no hacerte pensar y ese momento del día es ideal para tal designio.

Tamaña obra magna se la debemos a Jonathan King, quien adelantándose a mi tiempo, decidió sacar a las ovejas del anonimato y echar por tierra el mito de que las ovejas son tontas. ¿Cómo se podía conseguir semejante empresa? Fácil, como viene siendo habitual en el subgénero de animales asesinos, a través de experimentos que mezclen ADN humano y animal, y así crear una nueva raza de ovejas: Las Oldfield (tiembla fauna, tiembla!!).

Los Oldfield también son los protagonistas de la historia: Henry Oldfield, un muchacho atormentado por su pasado, quien tras un trauma originado por su hermano con un corderito degollado de por medio, y después de la muerte de su padre, abandona la granja en la que se crió para vivir en la gran cuidad. El hermano en cuestión es Angus Oldfield, quien se ha encargado todo ese tiempo de la granja ovina con malas artes y una ambición desmedida, que le lleva a la experimentación animal sin ningún tipo de escrúpulo. Entre medias, un par de ecologistas, Experience y Grant, intentan sabotear las pruebas genéticas que se llevan a cabo en la parte oculta de la granja.

La historia no hay que tomársela en serio en ningún momento, ya que, desde el principio, queda claro que estamos ante una comedia gore. Lo que hay que ver en el transcurso del metraje, es si aguanta el tipo su hora y media escasa, o se viene abajo con el primer golpe.

Desde el punto de vista de una persona que, por regla general, no es amante del terror unido a la comedia, he de decir que me la esperaba peor. "Ovejas Asesinas" es una película delirante, pero es de ese tipo de historias que, de desquiciadas y malas, terminas cogiéndole cariño y engañosamente parecen mejor de lo que en realidad son. Precisamente , esa es la baza de su director, haberse empapado de los clásicos del gore y , salvando las distancias, haberlos traducido al mundo animal.

Desde la banda sonora festiva utilizada para potenciar las garruladas, los personajes extremadamente estereotipados, la cantidad de sangre vertida cada vez que una oveja muerde, las conversiones de humanos en propias ovejas, la zoofilia destapada en un momento de tensión entre hermanos y el guión en sí, todo nos hace retroceder a los momentos en los que el gore menos serio, el desfasado, aquel cuya única misión era entretener sin obligar a pensar absolutamente nada, era el rey de la fiesta ( efectivamente, estoy pensando en "Bad Taste" y "Braindead") y aunque esta película es de 2006, la nostalgia llevada a nuestros días, es un punto muy a su favor.

El problema de "Ovejas Asesinas" es que, una vez puestas todas las cartas sobre la mesa, y habiendo asumido lo ridículo y lo absurdo de la situación, poco más hay que ver, ya que las sorpresas (hablo de la oveja humanoide o el humano ovejoide) se destapan hacia la mitad de la película, y desde entonces, el único aliciente, ya no se encuentra en el guión disparatado, sino la cantidad de sangre, amputaciones, conversiones al más puro estilo "Un Hombre lobo americano en París", y bizarradas que estamos por ver, y eso no termina de poner la guinda sobre el pastel, ya que, pese a que "Ovejas Asesinas" tiene unos buenos efectos y un maquillaje mucho más que decente, a esas alturas de la película, ya estamos saciados de hemoglobina y simplemente nos dejamos llevar por la inercia del visionado.

No creo que una propuesta como esta intente hacer ningún tipo de reflexión, ni siquiera desde el punto de vista ecológico, como pudiera parecer, sino que es una excusa para desencadenar el caos ovejero y advertir que las ovejas no sólo nos dan lana, sino que nos pueden proporcionar también una dosis de entretenimiento que no esperábamos. Dejaos, por tanto, de contar ovejas si no podéis dormir, porque nunca se sabe si os podéis levantar con pezuñas en lugar de pies.Beeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee.


sábado, 24 de mayo de 2014

Crítica: The Black Water Vampire

“Película” de estrechísimo presupuesto y factura turbia con nula capacidad de aterrar, inquietar e incluso intrigar a espectadores ajenos a la familia del tal Tramel, que casi calca no sólo la estética sino la historia-repito, si es que a una mínima idea se le puede llamar “historia”-argumental de El proyecto de la Bruja de Blair, una peli en mi opinión horrorosa y sobrevaloradísima en su momento y entonces, pero que al menos supuso un brote original en un terreno por entonces aún no colonizado del todo como era el falso documental, hoy más que a la orden del día. 

La cinta ya no sólo presenta una incapacidad de producir terror, que es lo que cualquier peli medianamente decente del género debería, sino que además se convierte en un auténtico suplicio intragable, de un sopor perpétuo, lo que se dice un coñazo, vaya. 

La historieta que aquí se nos cuenta es la más típica, años después, un equipo de rodaje documental trata de investigar una serie de brutales crímenes, los “asesinatos de Black Water”, topándose en su aventura investigadora con un terrible secreto. Puajjjj... 

Desde luego se nota que la cinta se concibió por su director con la intención de retratar un homenaje a la bruja de Blair, que debe ser su peli preferida, pero desgraciadamenteme no tiene nada de impresionante y original que pudiera hacer de su cinta algo memorable. 

El metraje encontrado está absolutamente desaprovechado y rechaza escalofríos y emociones propias de este formato, para retratarnos al equipo activo. 

En la localidad de Black Water, WA , cuatro mujeres han sido asesinadas misteriosamente en los bosques en los últimos cuarenta años. La documentalista Danielle decide hacer una película documental sobre los acontecimientos y trae un equipo de producción de tres al cuarto a la ciudad para investigar los acontecimientos. Los cuerpos de las mujeres habían sido encontrados mutilados y con misteriosas (ejem) marcas de mordeduras. No se encontró ningún rastro de sangre en la escena del crimen y un hombre es condenado a muerte sentenciado culpable de los cuatro asesinatos pero Danielle no acaba de creer en su culpabilidad, porque es una chica muy avispadilla. 

Se entrevistan con el condenado, que lógicamente, como no podía ser de otra forma está como las maracas, y escribe un símbolo misteriosísisísisimo en el cristal de separación de entrevistas carcelarias, pero no les da lo que se dice respuestas al respecto. A continuación, nuestros avezados investigadores se pegan a una caminata por el bosque cubierto de nieve para visitar las escenas del crimen y recopilar toda la información que puedan. Y parece ser aquí donde debería-al menos- comenzar la verdadera acción, cuando empiezan a ser acosados en el bosque por una entidad en principio invisible. 

A pesar de la cantidad de bodrios intragables que nos está regalando la facilidad del metraje encontrado sigo siendo considerándome desde mi salida del armario del found footage, un adepto bastante conformista y no demasiado severo con el subgénero. 

Pero desde luego no soy ni lo más mínimo misericorde con pelis como ésta que plagian películas malas con la única finalidad de hacer caja a expensas de cuatro pobres espectadores desinformados y sólo consiguen hacer algo aún peor. 

Y es que la primera hora de la cinta es un absoluto calco/remake/homenaje (?) a The Blair Witch Project, cambiando el término bruja por el de vampiro y los mocos verdosos en primer plano por sollozos igualmente fatal interpretados. 

Y si ya la primera hora de TBWP era aburridísima, la de TBWV (ojo, hasta en esto hay “homenaje”) lo es aún más. Porque la comparación es inevitable y porque a dios gracias hemos visto falsos documentales estupendos desde entonces. 

La puesta en marcha de la película nos provoca una incómoda sensación de dejá vu, pues prácticamente calca la introducción de la referida cinta. 

Entonces se nos va contando cómo el típico grupete friki en busca de respuestas entrevistan a la gente acerca de los asesinatos en Blackwater. Aquí el Vampiro hace marcas en la madera , al igual que la bruja aquella-más aburrida que la de las tres mellizas-hacía esas señales cruciformes con palos. Incluso hace el vampirejo una marca en la tienda de campaña, por si nos olvidábamos del tributo a TBWP que se gastan.

Por tanto la primera hora de la película, se nos hace muy, muy, muy, muy aburrida. Sin embargo a diferencia de The Blair Witch Project , Evan Tramel decide que nos van a mostrar a la criatura malévola y en los últimos 20 minutos las cosas parecen que se van a poner un poco mejorcillas (peor ya era imposible). El problema es que a esas alturas el espectador mínimamente exigente estará ya tan aburrido y hastiado de la película que realmente le importa bien poco lo que pueda suceder en la pantalla, con la única intención y deseo de que el truñaco acabe de una vez por todas. 

Bueno, pues resulta que hasta la criatura está regularmente hecha... Vamos, que no habría pasado ni uno de los retos de Cara a cara. Parece cualquier cosa menos un vampiro y lejos de tener una silueta inquietante es hasta ridículo y si uno no estuviera de mala leche, fijo que hasta serviría para echarse unas risas a su costa. Y ojo, no es que sea un malísimo maquillaje, al contrario, puede ser hasta espectacular en sus reminiscencias a Nosferatu, pero desde luego nada terrorífico. 

Y finalmente llegamos al The end de la peli, que oye, hasta tiene su puntito y hace que le casque un uno en vez del cero-patatero que plano a plano se iba ganando. Uno de los campistas graba este final extraño pero bastante divertido a la vez. En la intención de su director la cosa debería ser espeluznante y terrorífico, pero bueno, al menos tiene hasta su gracia, como una especie de oscura comedieta algo torpe pero definitivamente, lo mejor de la película y que rinde a su modo homenaje a dos pelis de terror muy populares.

Los únicos “sustos”, por llamarlo de alguna forma ensalzante, provienen del viejo truco oriental de los grititos y gruñidos tipo concurso de eructos tras la competición de botellines en las fiestas de mi pueblo, subidos a todo volumen. 

Realmente no lo creerán, pero me he devanado los sesos tratando de pensar en una cosa positiva que pueda destacar sobre esta película para no resultar un cabroncete criticón, pero por desgracia, me pongo a escribir esta reseña con las manos vacías y las neuronas echando humo. 

No es la peor peli que he visto en mi vida, ni siquiera en los últimos años, pero desde luego sí que está en la lista de lo peorcito... Así que pueden ustedes evitársela con el convencimiento de que no se pierden nada en absoluto. 

La dirección es amateur en la peor de las acepciones del término, las interpretaciones, una lástima, el guión (con la cantidad de libros estupendos que piden a gritos una adaptación al cine de manera fácil) es pobre en todos los aspectos, lleno de diálogos estúpidos y cansinos... Vamos, que es un bodrio de los gordos.

Aunque "El proyecto de la bruja de Blair" me resulta una película prácticamente insoportable, tenía al menos la ventaja de ser o parecer original. "The Black Water Vampire", por su parte, tiene el defecto imperdonable a todas luces de haber seguido fielmente los pasos y derroteros de una mala película, con el agravante de que al ser una copia-homenaje tan evidente y por momentos exacta, empeora las cosas mucho más. 

Evitable por completo.


Crítica: La Última Casa a la Izquierda

Más de treinta años después de que Wes Craven aterrorizara a los espectadores con su “La última casa a la izquierda” (1972), cinta dotada de imágenes de una violencia brutal, adelantándose a “La matanza de Texas” de Tobe Hooper, llegó el remake que si bien mantiene ciertos elementos del film original, como por ejemplo el salvajismo de sus escenas de violación y asesinato, se desvía de sus resultados añadiendo algunas gotas de moralismo familiar, bañado de un estilismo visual que poco o nada tiene que ver con el cine de terror que lo inspiró. No es el primer remake que se hace de un film de Craven, tres años antes (la película que reseño es del año 2009) el cineasta francés Alexander Aja hizo su versión de “Las colinas tienen ojos”, una de las mejores producciones recientes del género. 

El griego Dennis Iliadis (“Hardcore”) realiza un remake inferior a la cinta original que carece de personalidad alguna. Rebajado y adornado, la versión de 2009 logra crear suspense y repulsión por las violaciones y humillaciones a los que son sometidos sus protagonistas, pero sin la tensión ni la crudeza de la obra de Craven. El producto parece superficial, demasiado preocupado por la escenificación de los momentos de impacto. Iliadis tiene obsesión por cargar las escenas de violencia. Esto lo comprobamos, por ejemplo, al final de la película en la muerte de uno de los asaltantes en el microondas. En fin, thriller de venganza demasiado reaccionario. 

El film se basa en un relato tradicional escocés del siglo XIII que fue llevado al cine primero por Ingmar Bergman con “El manantial de la doncella”, de 1960, y después por Wes Craven con la primera “La última casa a la izquierda”. 

Con guión original de Wes Craven como plantilla, el director de esta nueva versión pidió a los guionistas Adam Alleca y Carl Ellsworth que actualizaran la historia. Ellsworth ya había trabajado con Craven en “Vuelo nocturno” (2005) y se alegró de tener la oportunidad de colaborar en el remake de la primera obra del director. 

SPOILERS El film narra la historia de Emma (Monica Potter), John (Tony Goldwyn) y su hija Mari Collingwood (genial Sara Paxton). Éstos se van de vacaciones a lo que parece ser un lugar ideal. Es una casa al final de una carretera, situada, por cierto, a la izquierda, rodeada de un bosque y un lago. Un sitio casi paradisíaco perfecto para Mari, una nadadora experta, el orgullo de la familia. En su estancia la joven visita a su amiga Paige (Martha MacIsaac) en el pueblo más cercano, quien la convence para comprar un poco de marihuana de manos de Justin (Spencer Treat Clark), a quien no conocen muy bien, pero que parece un buen chico con esa cara de tonto que tiene. Y las muchachas no se equivocan: es un buen chico (tampoco un ángel porque hay que recordar que vende droga), a diferencia de su padre Krug (Garret Dillahunt) y sus dos compinches, Francis (Aaron Paul), con una cara de psicópata que se la pisa, y Sadie (Riki Lindhome), con pinta de bisexual indecente. Cuando los tres llegan a la habitación del motel donde están Justin, Mari y Emma, su inmediata reacción no es dejarlas marchar, sino secuestrarlas, llevárselas al medio del bosque y, tras un accidente, violarlas y matarlas. 

Ya que carecen de transporte, Francis, Sadie, Krug y Justin, éste a regañadientes, caminan a la casa más cercana. Y ésta no es otra que aquella que está a la izquierda y donde residen los padres de Mari. Emma y John reciben a los intrusos casi con los brazos abiertos, sin saber en un principio que son los causantes de las heridas y la violación de su hija, quien sobrevive y consigue alcanzar su casa. Pero al final terminan por descubrirlo todo y se toman la justicia por su mano FIN SPOILERS

LA SECUENCIA: La cruda violación de las chicas.

LO MEJOR: La violación. Cruda, muy cruda.

LO PEOR: La venganza está sobrecargada de violencia menos realista y más cinematográfica que la de su primer acto.