domingo, 8 de noviembre de 2015

Crítica: Yakuza Apocalypse

Pocos realizadores disfrutan de la reputación de Takashi Miike, gozando del éxito tanto a nivel de crítica como de público. Por eso quizás el realizador japonés es de los pocos que pueden permitirse realizar un frikada como esta “Yakuza Apocalypse” sin que nadie se moleste o extrañe. Y es que claro, aunque Miike ya no necesite presentación, conviene recordar que en sus inicios no era el realizador acomodado, adaptador de mangas rompetaquillas o “enfant terrible” de la crítica que disfruta de la indulgencia de estos. Miike era, como muchos otros realizadores actuales, un “igual” a nosotros que había tenido la suerte de triunfar en esto del cine.

Y es en producciones como estas donde se nota que Miike está aprovechándose del tirón que supone su nombre para darse un capricho. Que no os vendan la burra, ni siquiera que os la venda el propio Miike como hizo en el Festival de Sitges donde presentó el film diciendo que era una parodia del cine de yakuzas: “Yakuza Apocalypse”, a pesar del entorno y los desvaríos del cineasta, es un experimento para saber si todavía conserva el espíritu irreverente de antaño.

Porque está muy bien eso de hacer un tributo, por cómico que sea, pero… ¿para ello te traes de Indonesia a Yaya Ruhian, uno de los descubrimientos de “The Raid 2/Redada asesina 2”? ¿O pones al frente del reparto a un membrillo como Hayato Ichihara? ¿Tú, que ‘internacionalizaste’ a dos iconos del más reciente cine de yakuzas como Riki Takeuchi y Show Ikawa? ¿En serio? ¡Pero si hasta Sion Sono utilizó a Takeuchi para caricaturizar a los estereotipos del género!

Pero bueno, si un miserable perdedor como un servidor consigue ver el farol de Miike, ¿qué no conseguirá gente más avispada? De hecho, en la misma rueda de prensa le preguntaron por el personaje del Hombre Rana, y el realizador sin ningún pudor contestó que era un subterfugio para representar lo inesperado de la vida. Venga, hombre… este no es mi Miike. Hace unos años el director japonés o nos hubiese enviado a todos a la mierda o hubiese contestado, como hizo en la presentación de “Gozu” cuando en el 2003 acudió al propio Festival de Sitges, que solo hizo la película para divertirse. Hasta tenía la excusa perfecta ya que justo antes de rodar esta se le fue al traste un proyecto para realizar una película en Hollywood. Pero no, ahora lo que está de moda es hacer homenajes y tirar de demagogia… perdón, de nostalgia.

Sin embargo, el nombre de Sono no lo he sacado a relucir gratuitamente. Vale, reconozco que no he hilado fino, tanto que las puntadas han sido tan superficiales que el hilvanado está a punto de deshacerse y mi discurso caerse como un castillo de naipes, pero vuelvo al principio: el problema de Miike en esta película es que, por encima de excusas y mentirijillas, se nota que le ha salido un competidor en la persona de Sono y su hegemonía de irreverencia ya no es que corra peligro de diluirse sino que se ha quedado atrás. Y para mayor decepción de sus seguidores lo hace en base a seguir al propio Sono.

Por lo tanto, yo tengo la respuesta para Miike: Sí, te estás haciendo viejo. Y lo que es peor, cediendo demasiada cuota de poder.

Cualquiera puede hacer una película disparatada, para eso no se necesita ni talento. Aquí por ejemplo, que el punto de partida sean Yazukas Vampiros ya ayuda, pero otra cosa es hacer algo con gracia y sobre todo ritmo.

Decíamos que el espejo donde se miraba Miike era Sono y es evidente porque en la película vemos muchos reflejos de las tres últimas películas de este, “Vamos a jugar en el infierno”, “Tokyo Tribe” y “Love & Peace”. Incluiría hasta “Shinjuku Swan” por la relación y rebeldía del protagonista, pero entonces sí que estaría hilando fino. Sin embargo, por mucho que copies o pongas en marcha fórmulas y puestas en escena de tu compatriota y colega de profesión, no quiere decir que lo estés haciendo bien, y mucho menos que hayas recuperado aquella bendita locura.

A “Yakuza Apocalypse” le falta consistencia más allá de una patente regularidad. Como parodia, término que utilizó el propio Miike para definirla, le falta humor, y como vehículo fantástico o bizarro, le falta tensión. La primera hora amenaza seriamente con aburrir. Está salpicada de algún WTF como el “cursillo de rehabilitación” o de personajes con los que soltar una carcajada –el Van Helsing o el Kappa- pero son más adornos, elementos de figuración –pegotes en cristiano- que otra cosa; le faltan situaciones que den continuidad, y todos sus males apuntan al guionista Yoshitaka Yamaguchi.

Si uno repasa la filmografía de este como guionista o como también director se encontrará con un tipo sobrio que no ha tocado el género más que como ayudante de dirección del propio Miike. Y no dudo en señalar a este, por feo que resulte, porque cuando el argumento –segunda hora- se deja atrás y se da rienda suelta a la imaginación, a la factura visual y por lo tanto en este caso especialmente, a relucir los automatismos, mérito ya de su realizador, la película gana enteros convirtiéndose en lo que uno esperaba en una producción descabellada firmada por este.

Yamaguchi confunde el surrealismo con la comicidad, y ya sabemos que el surrealismo conduce a la locura, no a la hilaridad. Así junto a lo dicho de la apariencia de figurantes de los personajes más absurdos, nos encontramos con que las situaciones son gags encajados, no algo natural y propiciado por el guión. Vale, hacen gracia, pero esa es la diferencia entre algo correcto y algo brillante.

Por lo demás, en cuanto a trasfondo y detalles, que nadie se espere que el tema vampírico tenga mucho peso específico. Es más un detonante, un propiciador, que el foco de atención. Hay un momento cercano al meridiano que parece que vamos a asistir a una plaga vampírica siguiendo las pautas de la tendencia actual de zombies, pero tan solo es un diente de sierra más dentro de la irregularidad de la película. Y sobre lo del tributo al cine de yakuzas… Bueno, la historia es la clásica de lucha de poder y traiciones a lo que hay que sumar algunos cameos importantes, pero particularmente no veo suficientes motivos para considerarlo un homenaje.

En cuanto a efectos especiales, nada que destacar, al revés: se han guardado la baza de la cutrez para reafirmar la comicidad. Y al menos, en este apartado, funciona. Sobre la acción, es curioso que teniendo a Yaya Ruhian brille más el hombre-rana que este. Su participación se reduce a unos golpes que podría firmar cualquiera y a ese duelo final que, buscando la paradoja –no voy a contarlo ya que lo destriparía-, solo se resume en contundencia.

Resumiendo, como film bizarro a “Yakuza Apocalypse” le falta más sal gorda, sexo y sangre. Si lo rebajamos a film gamberro le sobra contención. En un caso u otro, le recortaría 30 minutos de su primera hora. La parte final es divertida pero a malas penas compensa la decepción de su arranque. Miike ha intentado recuperar terreno perdido en pos de unos últimos años comerciales y fuertes competidores, pero o bien ha perdido algo de tacto o está oxidado. Y que se escude en aparentes pretextos solo hace que confirmar que se ha sumado a las filas de los políticamente correctos.


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